Imagen: Escena de "El Coraje del Pueblo" (Sanjinés, 1971) |
A continuación publicamos dos artículos testimoniales sobre la masacre minera del 21 de diciembre de 1942 conocida en la memoria popular como la masacre de las pampas de Maria Barzola.
Entonces los llamados Barones del estaño,
insignes representantes de la facción compradora de la gran burguesía en complicidad con el gobierno pro norteamericano de Enrique Peñaranda deciden trasladar los costos
de producción hacia las familias obreras y bajan los sueldos ante el declive de los precios internacionales del estaño, sueldos de por sí
ya paupérrimos que apenas alcanzaban para sobrevivir.
Los mineros, cansados de tanto abuso y explotación se movilizaron y entraron en huelga. En respuesta
el gobierno lacayo de los patrones mineros feudales envió al ejército
mercenario a reprimir y asesinar a los trabajadores.
La clase obrera lejos de acobardarse o esconderse ante el patrón y sus sicarios enfrentó la represión. Hombres, mujeres, ancianos, jóvenes y niños se
organizaron y acudieron al llamado de sus compañeros, entre ellos se encontraba
María Barzola mujer palliri quién junto a sus compañeras y compañeros de clase ofrendaron la vida luchando contra los explotadores.
Hoy recordamos la valentía de
nuestras compañeras y compañeros reivindicando el grandioso legado político e histórico del proletariado minero boliviano.
Masacre minera
en la pampa María Barzola
por: Víctor Montoya / Rebelión
Siempre que se
conmemora el Día del Minero Boliviano, cada 21 de diciembre, recuerdo el año en
que mi madre me inscribió como alumno en el nuevo Colegio Junín de Catavi, que
terminó de construirse en la pampa María Barzola, al otro lado del cementerio y
cruzando un río caudaloso en épocas de crecida.
Lo que desconocía
por entonces era que ese Colegio, donde los hijos de los mineros asistíamos por
las tardes, porque el turno de las mañanas estaba reservado exclusivamente para
los hijos de los técnicos de la empresa, se construyó en el mismo lugar donde
se perpetró la masacre minera en diciembre de 1942.
Sólo años más
tarde, cuando empecé a leer la historia de las masacres obreras, me enteré de
que esa pampa, por la cual anduve y desanduve con la carpeta a cuestas, estaba
regada con la sangre de las familias mineras. Me enteré también que la masacre
de Catavi, como todas las registradas en la historia del movimiento sindical
boliviano, fue protagonizada por las fuerzas represivas del Estado
minero-feudal, controladas por los “Barones del Estaño” (Patiño, Hochschild y
Aramayo), quienes, desde principios del siglo XX y en el marco de un sistema de
explotación capitalista, trazaron el rumbo de la vida económica y política del
país, teniendo como aliado a la jerarquía castrense, cuyo principal objetivo,
más que defender la soberanía nacional, consistía en sofocar los brotes de
protesta de los obreros politizados y sindicalizados.
La masacre de
Catavi se produjo cuando el presidente Enrique Peñaranda (1940-1943), lacayo de
los “Barones del Estaño”, dispuso suministrar estaño barato a Estados Unidos e
Inglaterra a cambio de la pobreza de los mineros bolivianos, que arrojaban sus
pulmones en los tenebrosos socavones para que otros vivan mejor. Los “Barones
del Estaño” disfrutaban de sus riquezas en el exterior, mientras los
trabajadores de las minas se morían antes de cumplir los 40 años de edad,
reventados por la explotación y la silicosis.
El 30 de septiembre
de 1942, el único sindicato que conservaba la legalidad, el de Oficios Varios
de Catavi, planteó a las autoridades de la empresa Patiño Mines un pliego
petitorio, consistente en dos puntos fundamentales: 1). Aumento de sueldos y
salarios, y 2). Mantenimiento de los precios en las pulperías.
Simón I. Patiño,
por intermedio del gerente de su empresa, rechazó el pedido y solicitó al
gobierno declarar estado de sitio, poner orden en los campamentos y actuar, en
caso de ser necesario, con el lenguaje de las armas contra la intransigencia de
los huelguistas que, exigiendo mejores condiciones de vida y de trabajo, se
mantuvieron incólumes desde el 14 de diciembre.
El gobierno
movilizó tropas del Ejército y carabineros con destino a Catavi, declaró a los
distritos mineros de Uncía y Llallagua bajo jurisdicción militar y ordenó que
el comandante de la Región Militar Nro. 3, con sede en Oruro, se traslade a
Llallagua para tomar la jefatura de las tropas acantonadas en la zona y de
otras que se enviarían posteriormente, asumiendo las responsabilidades de
mantener el orden y evitar la huelga minera a cualquier precio.
El lunes 21 de
diciembre, en horas de la mañana, los mineros, decididos a defender sus
derechos laborales y conquistar sus reivindicaciones económicas, se reunieron
en Uncía, Siglo XX y Cancañiri. Poco más tarde, los manifestantes que partieron
desde Siglo XX, tomaron la carretera de acceso a Catavi. Hicieron un alto a la
altura del cementerio y esperaron a sus compañeros de Uncía en el empalme de
los caminos.
La muchedumbre, una
vez reunida en un total de 7.000 a 8.000 personas, prosiguió la marcha en tres
columnas hacia Catavi. En las primeras filas habían mujeres y niños junto a los
mineros de vanguardia que, portando banderas rojas y aferrados a la firme
decisión de reclamar el pago de sus salarios, que la empresa dejó en suspenso
por órdenes del gobierno, marcharon atronando cartuchos de dinamita y levantado
polvareda bajo un sol que inundaba la mañana.
Los tres oficiales
del Regimiento Ingavi y los 200 efectivos militares, apostados en la parte
superior de Catavi, con las ametralladoras emplazadas en la planicie, tenían
órdenes de disparar arriba para amedrentar y dispersar a los manifestantes. Así
lo hicieron, las primeras descargas fueron disparadas al aire, pero después, al
constatar que la multitud seguía rumbo a la gerencia de la Empresa Minera
Catavi, descargaron la artillería contra los cuerpos a sangre fría.
De pronto, entre el
alarido de las mujeres y el grito de protesta de los hombres, cayó una lluvia
de plomo y fuego que hizo vibrar la pampa como el lomo de un caballo al galope.
La palliri María Barzola, que estaba en la fila de vanguardia, haciendo flamear
la bandera tricolor y arengando contra las tropas dispuestas a convertir la
pampa en un baño de sangre, fue la primera en caer abatida por las balas,
envuelta en la bandera nacional y la mirada perdida en el horizonte. Los demás
cuerpos caían entre “ayes” de dolor y los heridos se arrastraban entre las
piedras y los arbustos.
Los sobrevivientes
se desbandaron en estampida y, entre el pánico y el dolor, buscaron refugio en
las quebradas del río, mientras otros se replegaban hacia la población de
Llallagua. Los disparos comenzaron a las diez de la mañana y se prolongaron
hasta las tres de la tarde; un tiempo suficiente como para dejar constancia de
que la oligarquía minera tenía la fuerza y la razón. Al término de la masacre,
en la pampa quedó un reguero de muertos y de heridos, incluyendo a mujeres y
niños.
Todo lo relatado,
como ustedes supondrán, forma parte de la historia del movimiento obrero
boliviano, pero lo que no logro entender hasta ahora es por qué a ese
establecimiento educativo, donde cursé un año del ciclo intermedio, le pusieron
el nombre de Colegio Junín y no el nombre de María Barzola, en justo homenaje a
la mujer que entregó su vida a la causa de los mineros, que pugnaban por
liberarse de los látigos del imperialismo, conscientes de que era posible
construir una sociedad más justa y democrática.
Lo peor es que, cuando
retorné a la pampa María Barzola, después de más de treinta años de ausencia,
me enteré de que el Colegio Junín pasó a depender de la Universidad Nacional de
Siglo XX, donde actualmente funcionan algunas de sus facultades. Sin embargo,
no sé si los estudiantes universitarios, quienes serán los futuros
profesionales del país, saben que en ese mismo lugar, donde la oligarquía
minera perpetró la funesta masacre, se firmó también el decreto de la
Nacionalización de las Minas el 31 de octubre de 1952.
Con todo, me
consuela la idea de saber que esa pampa árida y pedregosa pasó a los anales de
la historia como el Campo de María Barzola y que el 21 de diciembre de cada año
se conmemora el Día del Minero Boliviano en honor y memoria a los caídos en la
masacre de Catavi, una población ubicada al norte de Potosí, donde los mineros,
las amas de casa y los hijos de los mineros aprendimos a tomar conciencia de
que la justicia social no es un regalo de nadie, sino una conquista que está
escrita con sangre obrera.
María
Barzola, una mujer que entregó su vida con dignidad
Por: María Morales B./ Extracto de: www.radiopio12.com publicado el 19 de Diciembre de 2012
Si debemos morir, que sea con nobleza, De manera que nuestra sangre no se derrame Inútilmente: y hasta los monstruos que enfrentamos No tendrán más remedio que honrarnos aunque muertos. (Claude Mac Kay)
Siglo XX, Potosí 19 Diciembre 2012 (Radio PIO
XII).- Las mujeres a lo largo de la historia de nuestro país, han marcado
valientes e importantes episodios de dignidad y coraje.
Las mujeres palliris fueron incorporadas al
trabajo de la minería para escoger piedras mineralizadas.
Miles de mujeres amas de casa, esposas de los
mineros, que participaron en diferentes jornadas de lucha, María Barzola mujer
que no dudó para encabezar la marcha y sacrificar su vida por mejores salarios.
El comité de amas de casa de Siglo XX que
exigió abastecimiento de las pulperías, las cuatro mujeres mineras Aurora de
Lora, Nelly de Paniagua, Angélica de Flores y Luzmila de Pimentel, quienes
encabezaron la huelga de hambre, en plena dictadura de Banzer para exigir
libertad de los presos políticos y retorno de los exiliados políticos.
Ercilia López, quien murió en la Masacre de
Amayapampa por la defensa de los recursos naturales.
En los años 40, lo político era determinante
La Guerra del Chaco, donde murieron más de
cincuenta mil bolivianos, provocó una intensa lucha política, las inmensas
mayorías no eran parte de los beneficios de la explotación de las riquezas
mineras, los gobiernos de David Toro y Germán Busch se enfrentaron al súper Estado
minero.
Decretaron que las grandes empresas entreguen
al Banco Central el cien por ciento de las divisas que obtenían por la venta
del estaño en el mercado internacional.
La segunda guerra mundial exigió la
producción de más de estaño, de esa forma Bolivia se convierte en enero de 1942
en socio estratégico de los aliados Estados Unidos e Inglaterra a quienes se
entregó el estaño, con un costo menor.
Entretanto la situación de los mineros de
Siglo XX y Catavi era alarmante; porque Patiño redujo en un 12 por ciento el
poder adquisitivo de sus salarios, que ya eran bajos.
Para asegurar la producción de estaño y los
beneficios de la empresa Patiño, el Presidente de entonces General Enrique
Peñaranda dictó varios decretos en el año 1941 para garantizar la actividad
minera y dio orden a las Fuerzas Armadas para reprimir todo acto que impídala
continuidad de la producción minera.
Orígen del conflicto
La masacre tuvo su origen en 1941 a raíz de
que la Gerencia de la Empresa Mines Enterprises de Patiño rebajó los salarios a
los trabajadores mineros.
Los sindicatos de Catavi y Siglo XX
solicitaron a su vez un aumento de salarios y estabilidad en los precios de la
pulpería.
El 28 de septiembre el Sindicato de Oficios
Varios de Catavi demandó un aumento salarial del cien por ciento y la
publicación del Código de trabajo. La empresa comunicó que consultará con su
directorio en New York.
El Ministerio de Trabajo después de 46 días
citó a una conferencia de conciliación a ambas partes a la que asistieron sólo
los dirigentes del sindicato Ajhuacho, Hinojosa y Camacho.
La empresa se negó a negociar con la
mediación del gobierno, el 8 de diciembre la asamblea de trabajadores determinó
un paro de labores desde el 14 de diciembre.
Ese mismo día el Presidente Peñaranda recibió
un documento de apoyo moral del “Comité de Coordinación Minera” integrado por
representantes de Hochschild y Aramayo, donde manifestaron su solidaridad con
la Patiño Mines.
La respuesta del gobierno de Enrique
Peñaranda fue inmediata. Envió un telegrama a Catavi al Coronel Luis A. Cuenca,
jefe de la guarnición militar de Oruro, quien estaba al mando de los
regimientos “Sucre”, “Ingavi” y carabineros, ordenando prevenir al sindicato
que la huelga era ilegal.
El 10 de diciembre el “Consejo de la Patiño
Mines” desde New York presionó al Presidente con un telegrama de cuidar la
producción minera y que mientras haya huelga no hay diálogo.
El 13 de diciembre, los militares acantonados
en Catavi desde el mes de noviembre, procedieron a la detención de los
dirigentes sindicales de Catavi, los obreros reaccionaron y se movilizaron
logrando su libertad horas después, desde el día de la huelga, se ordenó cerrar
la pulpería, no pagar los salarios de la quincena, cortar el suministro de agua
y presionar a los trabajadores para que retornen a sus fuentes de trabajo.
El 19 de diciembre una marcha de esposas e
hijos de los trabajadores reclamaron alimentos y fueron violentamente
dispersados.
Día de la Masacre
EL Coronel Cuenca ordenó al Mayor Bustamante
colocar cuatro hileras de centinelas frente al sindicato, al rato muchas
mujeres se pusieron frente al primer cordón.
A las ocho con quince minutos otro grupo de
trabajadores marcharon contra los militares y avanzaron hasta el cuartel, los
militares se vieron obligados a romper fuego al aire, pero la multitud siguió
avanzando, los próximos disparos fueron a los cuerpos de los manifestantes, por
este hecho se lamentó la muerte de 5 personas y 19 heridos.
La noticia llegó a Llallagua, Siglo XX,
Cancañiri y Uncía y a las diez de la mañana se inició una marcha de tres
columnas rumbo a Catavi.
A la cabeza de la marcha se encontraba Doña
María Barzola, según algunos datos era una mujer adulta viuda de un trabajador
minero apellidado Cueto, a la altura del kilómetro cuatro en una pampa
descubierta y árida, la columna avanzaba con gritos de justicia, justo salarios
y pulperías abiertas.
Los militares se habían parapetado con
ametralladoras, un mortero de campaña y fusiles, en posiciones que ofrecían una
buena visibilidad de los marchistas y a una distancia de 800 metros
arremetieron con nutridos disparos, los marchistas asustados por tanta balacera
intentaron refugiarse y otros corrieron desesperados.
El campo cubierto de polvo, los cuerpos de
las víctimas estaban esparcidas y llenas de sangre, heridos que se quejaban de
dolor.
Entre los muertos se encontraba María Barzola
junto a ella murieron otras mujeres, niños y niñas y trabajadores mineros.
“nunca podrá saberse cuántos mineros bolivianos y sus esposas y niños murieron
en Catavi el 21 de diciembre de 1942”.
Oficialmente se admitió que hubo 19 muertos y
alrededor de 40 heridos. Sin embargo, un testigo ocular afirmó que al menos 40
cadáveres fueron acarredados en camiones y enterradas en una fosa común para
que no se sepa exactamente cuántos fueron las víctimas.
Actualmente en ese sitio se encuentra una
cruz grande y en sus alrededores se pueden ver algunas tumbas con el epitafio
caído en la masacre de 1942. Un oficial que estuvo en el sitio declaró que al
menos cuatrocientos muertos fueron enterrados aquel día” según Augusto
Céspedes.
En testimonio del Coronel Cuenca el martes 22
se enterraron las victimas caídas el día anterior, se prefirió acceder a que se
entregaran los cadáveres más los ataúdes correspondientes a los familiares de
los muertos porque se temía que al enterrarlos directamente los soldados daría
margen a que se propalara entre los obreros cifras fantásticas de muertos como
ocurrió en Uncía el año 1923.
María Barzola, dónde te encuentras,
Tu espíritu reina aún las Pampas cerca de
Catavi,
Tu grito de muerte nos convoca a defender lo
nuestro,
Con dignidad y en beneficio de los excluidos,
de los más marginados y olvidados.
Gloria por tu imagen de dignidad, valentía,
firmeza, humildad y de sacrificio.
La masacre de las Pampas de María Barzola se
produjo en el gobierno del General Enrique Peñaranda, un militar que expresó el
retorno de la oligarquía al poder después del “socialismo militar”. En su
caída, producida en diciembre de 1943 jugó un papel importante la Masacre del
21 de diciembre de 1942, que además de conmover a la opinión pública nacional,
fue utilizada por los partidos políticos del MNR y el PIR posteriormente.
Testimonios de la Masacre de 1942
En Llallagua, Siglo XX, Catavi y Uncía es muy
difícil encontrar a sobrevivientes de la masacre, los que viven son ancianos
que por la fuerza del tiempo no recuerdan en su verdadera magnitud los hechos
de la masacre.
Catalina Velarde viuda de Vallejos, vivía en
Cancañiri en el tiempo de la masacre de 1942, actualmente vive en Catavi, su
mamá fue Doña Mercedes Velarde , su papá Don Atanasio Ovando, que trabajó en la
mina y después fue carnicero en la época de COMIBOL.
Ella tenía tres hermanos y relata “mi mama y
papa fueron a la marcha de la pampa, desde Cancañiri hemos bajado, estábamos
atrás de toda la gente que marchaba, después sólo hemos visto humo, oíamos
gritos y todos hemos corrido por donde podíamos … A la gente en la marcha los
mataron junto a sus hijos, era una pena decía mi mamá llorando, de todo lo que
había pasado en la marcha de Catavi. Eso nomás recuerdo yo, tengo 85 años ya no
recuerdo mucho.
Otro testigo del hecho fue Don Narciso
Aguilar que nació 1933. Durante la masacre tenía 9 años, su padre era venerista
en esa época. Posteriormente trabajó en el hospital Albina de Patiño durante la
COMIBOL.
“He visto la masacre, de niño era muy curioso
y por eso les he seguido a la gente, algunas señoras hablaban que había gente
herida en Catavi. Yo le he visto a doña María Barzola, era una señora alta
media blancona, las mujeres pedían abastecimiento de pulperías, han bajado las
mujeres, detrás de las señoras caminaba. en la marcha había mucha baleadura,
una señora me ha gritado agáchate me ha dicho, encima de un muerto me ha
empujado, muchas balas había, otra señora me ha gritado, diciendo agáchate,
arrástrate diciendo por el río nos hemos venido .
Al día siguiente decían están enterrando , he
corrido ya no he visto a los muertos pero en el cementerio los han enterrado en
fosa común, como era niño no me decían nada , yo he visto la fosa común. yo te
estoy contando lo que he visto, lo que he vivido, yo no me puedo inventar, todo
lo que recuerdo te cuento .
Doña María era guapa media blancona y alta,
antes de la matanza le he visto, como era niño, 9 años tenía, yo miraba y
escuchaba, ella estaba agarrando la bandera , desde la plaza hemos ido todos,
pero después he aparecido casi al último, mucha gente estaba en la marcha ,
mucho alboroto, después fue la baleadura, las mujeres gritaban, matanza era” .
Reflexión a manera de conclusión.
La presencia de las mujeres mineras en las
diferentes luchas de los mineros bolivianos le dan sentido y fuerza, María
Barzola inmolada en las pampas que ahora lleva su nombre, es un símbolo de
convicción, consecuencia y valentía, a la cabeza de la marcha sabía que
arriesgaba su pellejo y no dudó de ofrendar su vida, por la causa de mejores
salarios a favor de sus compañeros mineros, mal pagados por la Patiño Mines.
La huellas que dejó la siguieron el Comité de
Amas de Casa de Siglo XX, las mujeres que murieron en la Masacre de San Juan,
las valerosas cuatro mujeres que hicieron la huelga de hambre durante la
dictadura del banzerato, Domitila de Chungara que con su testimonio dio a
conocer la realidad de las familias mineras, las mujeres resistentes en la
Marcha por la Vida y las que lucharon por la defensa de los recursos naturales
en Amayapampa en 1996.
Es muy importante recuperar la memoria de
María Barzola, porque se produjo en un momento en que los mineros estaban
consolidando sus ideales, sueños y conciencia de clase. La masacre de Catavi
impulsó al sindicalismo y al movimiento minero, posteriormente se creó la
Federación Sindical de Trabajadores Mineros y en 1952 la Central Obrera
Boliviana, símbolos de lucha, resistencia, democracia, conciencia de clase y
vanguardia de los trabajadores y el pueblo de Bolivia.
Parece que estas luchas no tienen memoria
histórica porque la lápida que se dejó en las pampas de María Barzola quedó sin
pena ni gloria y sólo queda un pedestal de cemento, lugar donde además se firmó
la nacionalización de las minas el 31 de octubre de 1952.
Quienes vivimos en estas regiones no
olvidamos las lecciones de las mujeres que fueron y son puntal en las luchas
por mejores días para Bolivia.
Comentarios
Publicar un comentario